Revista de la Cátedra II de Psicopatología | Facultad de Psicología | Universidad de Buenos Aires
ANCLA 6 - "Locuras y perversiones"
Septiembre 2016
30° ANIVERSARIO: TRABAJOS PREMIADOS

Desestabilización y pasaje al acto en L. Althusser

Tomás Grieco

Con antecedentes psiquiátricos y un diagnóstico de melancolía, en 1980 Althusser asesina a su esposa, Hélène Rytmann, en lo que los peritos judiciales determinaron como estado de demencia. El acto homicida ocupó el centro de atención de la sociedad francesa en general, debido a la notoriedad y posición ideológica del filósofo, y en particular la de la comunidad psicoanalítica, por ser Althusser tanto analizante como estudioso del psicoanálisis. Intentaremos en este trabajo delimitar las coordenadas del pasaje al acto según la lógica estabilización-desestabilización, basándonos en El Porvenir es Largo, escrito por el filósofo francés con el objetivo de dar respuesta por el asesinato de su esposa.

Louis Althusser define de la siguiente manera el momento preciso en que la mirada de su madre se posaba sobre él cuando era niño: "(…) me veía como atravesado por su mirada, yo desaparecía para mí en aquella mirada que me sobrevolaba".[1] En su libro sobre Althusser, Pommier (1998) explica este relato de la siguiente manera: "No sólo se anonada la consistencia misma del cuerpo, sino que, además, la reversión del "para" indica que es aspirada por lo que le falta a la madre". "El agujero de la mirada absorbe al cuerpo entero".[2]

Louis Althusser afirma: "¿A través de qué podía relacionarme con el deseo de mi madre, introduciéndome en él? Pues como ella, es decir, no por el contacto del cuerpo y de las manos [Althusser veía a su madre como una asceta] sino por la utilización exclusiva del ojo".[3] "Era por tanto el niño del ojo, sin contacto, sin cuerpo, porque es a través del cuerpo por donde pasa todo contacto".[4] Subráyese esta relación al cuerpo, entendida como ausencia total de cuerpo en lo que respecta a su infancia. Explica Althusser: "Como yo no me sentía ningún cuerpo, no tenía, ni siquiera, que guardarme del contacto con las cosas o del cuerpo de la gente, y sin duda era por esta razón que tenía un miedo atroz a pegarme, miedo a que, en aquellas peleas breves y violentas entre chicos, mi cuerpo (o lo que tenía de él), resultara herido, mermado en su ilusoria integridad: pegarme o, una idea que no se me ocurrió nunca antes de los 27 años, masturbarme".[5] Tenemos hasta aquí un objeto preciso, la mirada, irrumpiendo y poniendo en cuestión la virtualidad frágilmente constituida de la imagen corporal.

Althusser explica cómo, producto de lo que denomina "los tiempos felices"[6] en los que vivió junto a su abuelo materno Pierre Berger, le fue finalmente reconocida la existencia de un cuerpo. La "presencia activa y benévola" de su abuelo, "el cuerpo, su ejercicio enardecedor, el paseo por el monte, todo aquello, afirma Althusser, "había reemplazado para siempre la simple distancia especulativa de la vana mirada".[7] Es en relación a esto, por lo demás, que Althusser explica su adhesión al marxismo: "En el marxismo, en la teoría marxista, encontraba un pensamiento que tenía en cuenta la primacía del cuerpo activo y trabajador sobre la conciencia pasiva y especulativa…". "En el orden del pensamiento, descubría al fin aquella primacía del cuerpo, de la mano y de su trabajo de transformación de toda materia…".[8]

Resulta un dato no menor señalar la identificación de Althusser con su abuelo. En más de una ocasión, Althusser se presenta a sí mismo con el nombre Pierre Berger (por ejemplo, en su autobiografía Los Hechos). Siendo dicha identificación la que permitió la constitución de una imagen corporal. Luego de la muerte de su abuelo (de quien Pommier afirma resulta el muerto mayúsculo de la introyección melancólica), Louis Althusser ha encontrado diversas figuras que le han proporcionado una estabilización, y frente a cuya desaparición se veía arrojado hacia una crisis melancólica. Nuestra hipótesis es que su esposa, Hélène Rytmann, ha ocupado a su vez ese lugar. Althusser señala un punto de identificación entre esposa y abuelo: "Él, tan gruñón, de un carácter que todo el mundo calificaba como de imposible (como más tarde al de Hélène) (…)".[9]

De Hélène, Althusser afirma que su papel heroico excepcional, su valor sin fisuras, había hecho de ella "un hombre"[10] durante la Segunda Guerra Mundial. Prosigue Althusser: "me daba el prodigioso regalo de un mundo que no conocía (…) a mí que me sentía tan desprovisto y cobarde, retrocediendo ante todo peligro físico que habría podido atentar contra la integridad de mi cuerpo, a mí (…) que me habría 'desinflado' ante el nuevo peligro".[11] "Hélène resultaba a la vez para mí una buena madre y también un buen padre (…) un buen padre al fin, porque se limitaba a iniciarme en el mundo real; (…) me iniciaba también por el deseo que sentía por mí, patético, en mi papel y en mi virilidad de hombre (…).[12]

Así como la presencia de su abuelo le habría proporcionado a Althusser el armado de una imagen corporal, la presencia de su esposa le habría permitido sostenerse en un cuerpo de hombre, con todos los atributos propiamente imaginarios que le asigna: virilidad, valentía, dominio del mundo real, etc.

Luego de una intervención quirúrgica sobre su cuerpo a la que debió someterse producto de una Hernia de Hiato (que el filósofo pospuso sucesivas veces ya que afirmaba que la anestesia "lo trastocaría todo"), Althusser refiere, tal y como solía suceder en el transcurso de sus estados hipomaníacos, haber tenido un trato hostil hacia Hélène, cargado de provocaciones y agresiones. Ella decidió entonces, según refiere el filósofo, abandonarlo. Althusser relata: "Me sentía desgarrado por la angustia: como se sabe, siempre experimenté una intensa angustia de que me abandonaran, y sobretodo ella (…)".[13]

La coyuntura de la intervención sobre el propio cuerpo primero, y luego la coyuntura del abandono por parte de Hélène, su dejar caer, bien podrían ser ubicadas como puntos de desestabilización que desarreglan algo de la imagen corporal.

Podríamos afirmar que la relación de Althusser con su esposa cumplía la función de sinthome. Acaso haya tenido en este punto una función similar a la que Nora tuviera para Joyce. Así como Nora es el guante dado vuelta, Hélène habría venido a servir de sostén para la imagen corporal de Althusser.

Lacan[14] señala la importancia fundamental de distinguir entre a e i(a) a la hora de poder comprender la diferencia entre duelo y melancolía. De lo que se trata en la melancolía es, afirma, de un objeto a y, siendo el hecho de que el mismo se encuentre habitualmente enmascarado tras el i(a) del narcisismo, de lo que se trata en el suicidio como paradigma del pasaje al acto melancólico, es del atravesamiento de la propia imagen para alcanzar el objeto mismo que la trasciende.

En la madrugada del 16 de noviembre de 1980, cuando aún no había abandonado el departamento en el que vivía con su esposo, Hélène es estrangulada por Althusser.

Podríamos afirmar que son estas coordenadas las que tienen lugar en el instante en que se produce el pasaje al acto, en tanto Lacan lo delimita como identificación absoluta del sujeto con el a al que se reduce. Con la inminente partida de Hélène, tiene lugar el niederkommen lassen a través del cual el sujeto cae en posición de objeto precipitándose por fuera de la escena construida en relación al Otro.

Acaso frente a la desestabilización, al trastrocamiento de la imagen del propio cuerpo producto de la operación quirúrgica, frente a la amenaza de pérdida de sostén que el cuerpo de Hélène le procuraba, se pone en cuestión el velo simbólico-imaginario con que el cuerpo de Althusser recubre lo real de ese objeto-mirada: vuelve a ser ese "niño del ojo", pero por sobretodo queda inerme frente a la mirada, esa que había sido la de su madre atravesando su cuerpo. Se produce entonces el pasaje al acto, en tanto éste apunta a atravesar la imagen corporal de Hélène para cercenar algo del goce que esa mirada conlleva.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • ALTHUSSER, L. (1976): El Porvenir es Largo y Los Hechos, Editora Nacional, Madrid, 2002.
  • LACAN, J. (1962-1963): El Seminario. Libro 10: La Angustia, Paidós, Bs. As., 2006.
  • POMMIER, G. (1998): Louis de la nada: La melancolía de Althusser, Amorrortu, Bs. As., 1999.

NOTAS

  1. ALTHUSSER 1976, p. 65.
  2. POMMIER 1998, p. 54.
  3. ALTHUSSER 1976, p. 240.
  4. Ibíd., p. 240.
  5. Ibíd., p. 241.
  6. Ibíd., p. 241.
  7. Ibíd., p. 242.
  8. Ibíd., p. 243.
  9. Ibíd., p. 77.
  10. Ibíd., p. 148. La cursiva no es nuestra.
  11. Ibíd., p. 149.
  12. Ibíd., p. 150.
  13. Ibíd., p. 283.
  14. LACAN 1962-1963.