Revista de la Cátedra II de Psicopatología | Facultad de Psicología | Universidad de Buenos Aires
ANCLA 6 - "Locuras y perversiones"
Septiembre 2016
ELUCIDACIONES

Hacia rutas salvajes: sobre locura y libertad

Ángeles Justo, Ana Laura Moscón, José Recalde, Victoria Rubinstein

John Mc Candless, hijo mayor de una familia de clase media alta americana, se graduó de la Universidad de Emory en 1990. Su padre había trabajado para la NASA y había fundado una exitosa empresa consultora junto con su mujer. El día de su graduación John rechaza la oferta de sus padres quienes querían reglarle un auto para esta nueva etapa de su vida. En su lugar, decidió emprender un viaje para el que lleva únicamente lo mínimo indispensable para sobrevivir. Dona sus ahorros a una obra de caridad, se desprende de su teléfono, de su antiguo auto, pierde el contacto con su familia, apenas se comunica esporádicamente con su hermana menor. Durante dos años recorre varios pueblos rurales de Estados Unidos, realizando diversos trabajos y adquiriendo los saberes necesarios para lograr su objetivo último de vivir en la naturaleza prescindiendo de todos los bienes materiales que consideraba superfluos. Así va conociendo distintos personajes con los que establece diversos vínculos.

La aventura de este joven inspiró la escritura de un libro que fue llevado a la pantalla grande bajo la dirección de Sean Penn con el nombre de "Hacia rutas salvajes". La película muestra las vicisitudes de John durante este viaje y exhibe varios fragmentos del diario que éste llevaba consigo. Así fue revelado el hecho de que John adoptó un seudónimo que utilizaba para firmar algunas de reflexiones, Alexander Supertramp. Encontramos pensamientos tales como "Hace dos años que camina por el mundo. Sin teléfono, sin piscina, sin mascotas, sin cigarrillos. La máxima libertad. Un extremista. (...) Y ahora, después de dos años de vagar por el mundo, emprende su última y mayor aventura. La batalla decisiva para destruir su falso yo interior y culminar victoriosamente su revolución espiritual. Diez días y diez noches subiendo a trenes de carga y haciendo autostop lo han llevado al magnífico e indómito norte. Huye del veneno de la civilización y camina solo a través del monte para perderse en una tierra salvaje" (el destacado es nuestro).

Inspirados en este retazo de vida de este joven, nos interrogamos acerca del estatuto de la libertad en su relación con la locura: ¿qué significa ser libre? ¿Acaso tenemos en John un ejemplo de lo que él mismo llama "la máxima libertad"? ¿Qué define a la locura?

¿Libertad o locura?

En su retorno a Freud, Jacques Lacan, al referirse a la libertad, nos remite inmediatamente a la causalidad del sujeto. El psicoanálisis presenta un sujeto que no puede considerarse amo de sí mismo, de sus actos, de sus dichos, pero que a su vez tiene la opción de responder por aquello que lo determina. "De nuestra posición de sujeto somos siempre responsables. Llamen a eso terrorismo donde quieran" (LACAN 1966, 837).

Para Lacan el hombre no es libre ni siquiera de elegir sus cadenas, no hay libertad originaria. En el Seminario 11, al referirse a la causación del sujeto a partir de dos operaciones, la de alienación y separación, postula que la primera lleva al sujeto a una encrucijada, a una elección forzada. Elección en la que el sujeto termina eligiendo, optando, por la insignia y su articulación. Inmediatamente nos da un ejemplo: "la bolsa o la vida" (LACAN 1964, 220). Lacan ilustra así que, de elegir la bolsa, se pierden ambas, y de elegir la vida, queda una vida cercenada, sin la bolsa. Queda postulado, entonces, el vel alienante, el factor letal, el cual Lacan afirma haber encontrado en el propio Hegel: "se trata de generar la primera alienación, por la que el hombre emprende el camino hacia la esclavitud. ¡La libertad o la vida!" (LACAN 1964, 220). Si se elige la libertad, nuevamente se pierden ambas; si en cambio se elige la vida, se la tiene, aunque amputada de libertad. Curiosa -y única- prueba de libertad que se tiene: elegir la muerte.

En otros desarrollos de su obra Lacan nos enseña que existe un vínculo importante entre el concepto de libertad y lo que él conceptualiza como locura. ¿Por qué la libertad en su forma más extrema nos llevaría a la locura?

Solo podría ser totalmente libre aquel que está loco. En "Acerca de la causalidad psíquica" va a decir que "al ser del hombre no sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni aun sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad" (LACAN 1946, 166). El costo de la libertad es la locura, lo que plantea una paradoja en la relación entre ambas. Para poder entender esto se hace necesario revisar el concepto que Lacan desarrolla acerca de la esta última.

Lacan plantea respecto de la locura, que "el momento de virar lo da la mediación o la inmediatez de la identificación" (LACAN 1946, 161), es decir que la misma estaría dada por una particular relación del sujeto con los ideales. A lo que se refiere esta oposición entre mediación e inmediatez, es a si lo que se localiza entre el sujeto y el ideal es la función del Otro en tanto mediador de dicha identificación, o no. Se trata de locura, entonces, cuando entre el sujeto y el ideal simbólico se da una unión directa, sin interponerse entre ellas ninguna encarnadura del Otro. Se trata de sujetos que "se creen" ellos mismos, sin pasar por el campo del Otro para sostener lo que se cree ser. Siguiendo a Lacan, podemos plantear que "…si un hombre cualquiera que se cree rey está loco, no lo está menos un rey que se cree rey" (LACAN 1946, 161). La locura es entonces la "petrificación", la identificación en un ideal simbólico cortocircuitando el pasaje por el Otro.

Retomando la paradójica relación entre locura y libertad podemos decir que el hombre libre es representado irónicamente como un "títere". Aquel que se cree libre se encuentra en verdad encadenado a un ideal que tapona la división subjetiva. Lacan concibe al sujeto como esencialmente dividido y la locura implica desconocer esa división a costa de perder su verdad.

Así podemos entender a lo que se refiere Lacan cuando afirma que el límite de la libertad es la locura: a todo aquel que cree emprender un viaje hacia la "máxima libertad" se le impondrá necesariamente en su camino la locura, ya que el creerse libre implica esa confluencia con el ideal que lo deja más que nunca como esclavo de los ideales del Otro, pero excluido del lazo social. Desde esta perspectiva la libertad absoluta queda planteada como una imposibilidad en tanto el sujeto no es sin el Otro. Lacan toma nuevamente de Hegel la figura del alma bella para conceptualizar la locura, como aquella que busca imponer en el mundo su deseo como ley. Se trata de la ley del corazón, que desconoce así el orden social (la universalidad de la ley), entrando en contradicción con las leyes de los "otros corazones".

Lo imposible como libertad

¿Estamos condenados, pues, a que la libertad sea aquel paraíso perdido al que nunca podremos acceder? Esta situación se daría si pensáramos en la libertad únicamente a partir de su opuesto, la condena. Ser libre sería lo contrario a estar determinado, lo que nos lleva a un callejón sin salida, porque, como hemos dicho anteriormente, un sujeto no es sin las marcas del Otro. Ahora bien, podemos decir que tampoco se halla condenado por esas marcas. Sara Vasallo retoma el planteo sartreano acerca de la libertad que reza que esta es el eslabón que falta entre el acto y sus móviles, es decir, una discontinuidad, una brecha entre la acción y aquello que la determina. Este eslabón que falta lo ubica la autora en esa "nada" que separa al sujeto del mundo en "El ser y la nada".

Podemos plantear un paralelismo entre esta "nada" de la filosofía, con el real lacaniano: el objeto a como agujero, como nada justamente. Se trata, entonces, de aquella imposibilidad de atribuir una causa lineal o única del sujeto.

El hecho de que no exista en el Otro un significante que de un ser al sujeto, es decir, la existencia de una falla inaugural en lo simbólico a la que llamamos real, implica la imposibilidad de rellenar ese vacío o esa nada con una causa única, habilitando la posibilidad para el sujeto de responder por sus actos.

De este modo, la libertad estaría dada por ese real, por esa falta de garantías, de respuesta a priori, que sería, en última instancia, la inexistencia de un destino prefijado. No hay ser del sujeto. Asimismo, esta falta conlleva la imposibilidad de la unión del sujeto con el Otro, la fundición con él, que no es otra cosa que el axioma lacaniano "No hay relación sexual".

"La felicidad sólo es real cuando es compartida"

A la luz del recorrido que hicimos nos interesa retomar la historia de este joven aventurero quien dice que su viaje se dirige hacia la "máxima libertad" para liberarse de su "falso yo interior". En principio podríamos aseverar que John se encuentra de alguna manera advertido de la operación de alienación fundante de la subjetividad, aquella que le presenta al sujeto la elección forzada entre "la bolsa o la vida". Este joven parece percatarse de que aquello que siempre creyó suyo -sus valores, sus ideales, su visión del mundo- no es más que algo que le viene del Otro. El viaje que emprende intenta de alguna manera deshacer estos pasos, en el punto en que cree posible desprenderse radicalmente de estos ideales, aquellos que él atribuye a su "falso yo interior".

A lo largo de su periplo vemos cómo John se encuentra con diferentes personajes que lo interpelan acerca de aquello de lo que está huyendo, relativizando la consistencia de su acusación: que la transmisión de sus padres no es más que una condena. Vemos cómo responde a esta interpelación posicionándose firmemente, sin reflexionar sobre ellas; está convencido que la ley que vale es la de su corazón: cree que los que están equivocados son los otros. Lo que encontramos en John es una concepción que conlleva un error respecto de la operación de alienación anteriormente nombrada. Lo que desconoce en su arrebato es lo forzado de aquella elección, creyendo que la libertad perdida puede remediarse. Este hecho se ve reflejado en el acto de cambiarse el nombre, una suerte de auto-engendramiento. En este punto podríamos decir que este joven se vuelve loco al "creerse" el sueño de libertad. En sus palabras "huye del veneno de la civilización", creyendo poder prescindir del Otro, cuando lo que vemos es que justamente le da una consistencia inusitada a los ideales paternos, convirtiéndose en un títere del ideal. Lo que se pierde en su locura es el lazo al Otro, lo que lo deja "caminando solo".

El final de la historia nos muestra al joven John en una camioneta abandonada en medio de un parque nacional en la que había pasado algunos meses. Finalmente decide volver y se ve impedido a hacerlo por la crecida de un río. Se encuentra solo y sin provisiones suficientes para sobrevivir: termina muriendo de inanición, escribiendo sobre las hojas de un libro que "la felicidad sólo es real cuando es compartida". Asimismo, deja un cartel que firma ahora con su nombre original. Podríamos decir que en este punto John toma conciencia de su propia muerte, de su propia división, momento de caída de la relación directa con el ideal de libertad, hecho que no es sin el pasaje por las marcas del Otro (la firma con el nombre que sus padres le dieron da cuenta de esto). La muerte, la soledad, se evidencian aquí como el límite de la libertad así como la locura fue el correlato de su creencia.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • LACAN, J. (1946): "Acerca de la causalidad psíquica". En Escritos, México, Siglo XXI, 1984, I.
  • LACAN, J. (1964): El seminario. Libro 11: "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Buenos Aires, Paidós, 1986.
  • LACAN, J. (1966): "La ciencia y la verdad". En Escritos, México, Siglo XXI, 1993, II.
  • VASALLO, S. (2005): "La libertad puesta a prueba por el Otro simbólico en el teatro de Sartre". En ∆αι´µων. Revista de Filosofía, 2005, nº 35.