Inconsistencia y equívoco
…nunca, en ningún momento, les di pretexto para creer que para mí no había diferencia entre el sí y el no.
J. Lacan, 20 de noviembre de 1963
…y yo pensé bueno igual da él que otro…
J. Joyce, Ulises
Es un error frecuente confundir la inconsistencia con el equívoco. En la orientación lacaniana ese desacierto privilegia la primera, cifrada por lo que Lacan llama el significante del Otro tachado. Que ahí se sostenga la falta de garantía respecto de cualquier sentido, lleva a menudo a interpretar la enseñanza de Lacan como un todo es bagatela. Así lo afirma J.-A. Miller en su curso Un esfuerzo de poesía. Se tiende a ver esto como una ventaja, porque permitiría no tomarse demasiado en serio ninguna verdad. Por otra parte, ese referente cobra importancia en la conceptualización de un goce femenino cuya idealización bordea riesgosamente lo religioso. La posibilidad de tal destino debe mucho, por cierto, a la incidencia de los ideales de una época pretendidamente signada por la "feminización" del mundo. Pero cabe señalar que si ese neolacanismo ve en toda verdad una falacia por ser "defensa contra lo real", Lacan mismo señaló en la página 331 de El deseo y su interpretación que esa no era la lectura correcta del significante del Otro tachado: "Esta sigla no quiere decir que todo lo que ocurre en el nivel de A no valga nada –dicho de otra manera, que toda verdad sea falaz."
No siempre la inconsistencia es liberadora. En Los miedos de los niños, J.-A. Miller reconoce que el sujeto infantil puede verse devastado por la incoherencia del Otro cuando "deja al sujeto sin brújula y sin identificación". Esa incoherencia es algo más profundo que una vicisitud palabrera. Es justamente lo que para Winnicott define a la "mala madre", que no es la madre en tanto hostil, severa o posesiva, sino más bien la madre "fragmentada", "segmentada", como lo comprobamos en situaciones de institucionalización en las que diferentes personas cumplen los cuidados sobre el niño, pero sin que nunca llegue a existir ese nombre a partir del cual empieza el amor y que será un primer punto de referencia para el sujeto.
La inconsistencia del Otro en su incidencia nefasta es detallada también por G. Bateson en el tipo de comunicación paradojal que designó como double bind. Lacan lo comenta en Las formaciones del inconsciente, advirtiendo que toda paradoja es un fenómeno de lenguaje. Que el Otro le diga al niño "te ordeno que seas independiente", lo deja en una posición de sujeción mucho más radical que cualquier autoritarismo. Al imperativo autoritario se le puede decir no, aunque sea eventualmente. Esa negativa es esencial a la constitución del sujeto. Pero para que haya negación hace falta algo que negar. El double bind no tiene la estructura lógica de un dictamen del estilo "te ordeno que guardes tus juguetes". La orden de ser independiente implica una paradoja, una situación sin salida en la que no hay diferencia entre cumplir o no cumplir la orden. Así, el Otro se presenta como inatacable.
Esta imposibilidad para decir "no", es algo explícitamente referido en el caso de Fritz Zorn (en alemán: "cólera"), quien describió su padecer psíquico de modo autobiográfico antes de morir de cáncer a los 32 años. Fue cuando tomó noticia de la pronta muerte que decidió publicar sus memorias. Postula la enfermedad como un efecto de la educación recibida de sus padres. No se concibió a sí mismo como un sujeto con voz propia hasta que la castración, bajo la forma de la muerte, lo liberó de una adaptación feroz que Sami Ali nombra como "depresión a priori", y en la que podríamos reconocer la psicosis larvada. El siguiente pasaje de sus memorias atañe directamente a nuestro tema:
En general podía encontrarse en mi madre una gran predilección por la expresión "o bien". Constataba algo y proseguía: O bien es otra cosa. Mi pobre madre solía decir: "El próximo viernes a las diez y media iré a Zurich; o bien me quedaré en casa." "Esta noche comeremos espaguetis; o bien habrá ensalada". Hay que preguntarse: ¿Dónde está la realidad? Yo me voy; o bien me quedo en casa. Yo estoy aquí; o bien yo no estoy aquí. La tierra es redonda; o bien es triangular. Si se dice "o bien" demasiado a menudo, las palabras pierden todo su peso y sentido; la lengua se descompone en una masa amorfa de partículas carentes de significado; ya nada es concreto, todo se vuelve irreal.
Esto, al igual que el double bind, es un claro ejemplo de inconsistencia lógica. Gregorio Klimovsky dice que ella reside en afirmar como verdadero Marte tiene satélites, y a la vez sostener como igualmente verdadero Marte no tiene satélites. El progresista lacaniano piensa que el efecto de la contradicción habría de ser el de la destitución del Otro, el vaciamiento de consistencia de su palabra, la insignificancia última que haría que no nos embrollemos más en los laberintos de las significaciones y el esfuerzo inútil de sostener un sentido que no sería más que fantasma. Frente a esa novelita se yergue el hecho clínico que muestra que cuando el otro real puede sostener dos enunciados contradictorios como verdaderos, se vuelve un Otro inexpugnable y monolítico. Tal es lo que podríamos llamar la paradoja de la anarquía, porque donde no existe la posibilidad de establecer un punto de referencia, el sujeto se halla inerme ante una instancia que siempre tendrá la razón, diga lo que diga.
La inconsistencia puede establecer un totalitarismo opresivo. Lo expone el atroz relato de George Orwell 1984, bajo la noción de doblepensar. Ese término se refiere al poder del Partido para sostener afirmaciones contradictorias. La inconsistencia es su acto esencial y la base de su dominación. Contra esto, el héroe del relato, Winston, escribe en su diario que la libertad es poder afirmar que dos más dos es cuatro. Se trata ahí de la condición necesaria para la constitución del sujeto y su deseo, que es la de poder establecer un punto de referencia estable, también capaz de ser negado. Pero precisamente Winston afrontará el criterio de quienes bajo tortura lo convencerán de que sostener que "dos más dos es cuatro" representa un juicio autoritario, sujeto a revisión. Hallamos aquí el linaje de pesadilla que presenta el relativismo extremo. Lejos de ser el fundamento del pluralismo, la inconsistencia puede dar lugar a una homogeneidad devastadora cuyo mensaje es: todo da lo mismo.
El equívoco, siempre fecundo, sólo es posible sobre el trasfondo de un supuesto sentido común, de una "calle principal". Sin eso, la sorpresa del chiste no existiría, porque esa sorpresa reside justamente en contrariar el sentido esperado. El "remate" del chiste requiere de eso. Por eso el equívoco es la condición de la producción poética. No puede haber creación de un nuevo sentido sin el sentido que se da por establecido, y que el nuevo justamente viene a romper. ¿Puede haber herejía, es decir, elegir una desviación, si no es porque existe una ortodoxia que se pueda torcer? ¿Habría desvío o atajo si no hubiese calle principal? El "no" del niño al dictamen de los padres, y que todos han comprobado que emerge antes que el "sí", es el fundamento de la constitución del sujeto. Pero esa posibilidad de negación no puede existir sin un punto de referencia.
Lo verdaderamente liberador es que la demanda-mandato del Otro presente líneas de fractura que puedan dar lugar al malentendido, al equívoco, a la interpretación errónea o desviada de la orden del Otro. A veces, cuando el sometido no puede decir "no" al mandato, su rebelión puede darse bajo el modo de la "mala" interpretación de ese mandato. Ahí hay, al menos en germen, una apropiación y una separación respecto del Otro. Pero para que esa posibilidad exista tiene que haber una diferencia entre la demanda del Otro y su deseo, un margen mínimo de interpretabilidad. Si la demanda del Otro tiene una estructura holofrásica, tan insensata que resulta monolítica, sin líneas de fractura, entonces nos hallamos ante una "asfixia" radical.
Es en El deseo y su interpretación que Lacan hará de la holofrase la formulación lógica del incesto. Y esa lógica es la del "todo da lo mismo". No hay diferencia entre un hijo y un hombre, entre la madre y la mujer. Se pueden engendrar hijos del hijo y un marido del marido. Si no hay diferencia entre lo verdadero y lo falso, tampoco la hay entre el bien y el mal, entre el objeto legítimo para el deseo y el que no sería legítimo. Esta no diferenciación es lo que Lacan llama la tragedia del deseo, cuya estructura se nos presenta en el análisis del Hamlet de W. Shakespeare.
Lo esencial de la obra, lo que impide al héroe constituir un deseo, es la posición de su madre. ¿Y cuál es esa posición? Por lo común se interpreta que lo que la Reina encarna es la figura de la mujer que sostendría su deseo amoroso más allá de los ideales, y que preferiría al canalla (Claudio) antes que al hombre noble (el padre de Hamlet). Si fuese el caso, hallaríamos ahí un deseo decidido que si no elije según la demanda del Ideal, sin embargo elije desde lo más auténtico del deseo. Pero eso no es para nada lo que Lacan señala. De lo que se trata, para él, es que a la madre de Hamlet le da igual uno que otro. "Ella es un coño abierto", nos dice. Esa disponibilidad permanente no es lo mismo que elegir. Es lo contrario. No se elije al indigno por sobre el digno, sino que no hay diferencia entre uno y otro. Tampoco entre el funeral y el banquete de bodas: que pase el que sigue. Es en otra versión de lo que muestra la madre de Fritz Zorn. La misma inconsistencia enloquecedora de ese "goce envuelto en su propia contigüidad". Lejos de idealizar el goce femenino, como a menudo lo hace el progresismo analítico, Lacan no desconoció nunca su lado oscuro. No por nada sostuvo que, en el fondo, "ninguna aguanta ser no toda".
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Barros, M., Intervención sobre el Nombre del Padre, Grama, Buenos Aires, 2014
- Klimovsky, G. y Boido, G., Las desventuras del conocimiento matemático, p. 241, a-Z editora, Buenos Aires, 2005
- Lacan, J., El deseo y su interpretación, p.318, Paidós, Buenos Aires, 2014
- Lacan, J., Las formaciones del inconsciente, p. 149, Paidós, Buenos Aires, 1999
- Lacan, J., La angustia, p. 365, Paidós, Buenos Aires, 2006
- Lacan, J., Aun, p. 90, Paidós, Buenos Aires, 1981
- Miller, J.-A., y otros, Los miedos de los niños, p. 24, Paidós, Buenos Aires, 2017
- Sami Ali, Pensar lo somático, p. 43, Paidós, Buenos Aires, 1994
- Orwell, G., 1984, https://www.planetebook.com/ebooks/1984.pdf
- Winnicott, D. W., El gesto espontáneo, p. 98, Paidós, Buenos Aires, 1990
- Zorn, F., Bajo el signo de Marte, p. 50, Anagrama, Barcelona, 1992